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La Violencia y los Medios Masivos de Comunicación:
¿Oferta o Demanda?


Por Graciela Barabino
Número 33

Los procesos que causan los mayores avances de la civilización destruyen las sociedades en las cuales ocurren.
A. N. Whitehead, comunicólogo estadounidense.

El once de septiembre del 2001, la violencia y los medios masivos de comunicación cambiaron la historia postmoderna. El mundo era uno antes del once de septiembre y otro al día siguiente.

Las reglas del juego político internacional habían dado un giro de ciento ochenta grados. A partir de ese día, y gracias a la cobertura "mediática" de los acontecimientos --repetidos al hartazgo por la pantalla chica--, los ciudadanos del mundo entero aceptamos, anonadados y rebasados por los hechos, un golpe de Estado planetario.

Las imágenes de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York y la explosión de la "supuesta" tercera aeronave en el Pentágono (pues hay versiones de que se trató de un misil), ejemplifican de manera estupenda -como un perfecto guión cinematográfico-- la estrecha relación que tienen la violencia y los medios de comunicación como binomio invencible para crear inseguridad y miedo; esperanza y fe, entre la población. Combinados son un estupendo instrumento de manipulación de masas.

Además, con los avances tecnológicos logran crear hasta realidades virtuales y pueden incitar al público a emprender acciones cuyos verdaderos intereses están camuflados. Pueden persuadir a los ciudadanos de lo que sea, hasta del absurdo más grotesco.

Un magnífico ejemplo de esto último fue la intentona golpista en Venezuela. Es el primer golpe de Estado "mediático" en la historia.

El jueves (curiosamente también un día once, pero de abril del 2002), los medios masivos de comunicación de esa nación caribeña --especialmente las dos televisoras locales privadas-- difundieron la apócrifa noticia de la voluntaria dimisión del mandatario Hugo Chávez "por el bien del país".

Toda esa información era falsa, pero siguiendo el principio "goebbeliano" de que una mentira repetidas cien veces se vuelve verdad, se llevó a cabo el fallido experimento.

El ensayo fracasó gracias a un soldado que custodiaba a Chávez durante su detención. El dirigente le confesó que estaba arrestado, pero que no había renunciado. Dicho militar mandó por fax esa declaración escrita y firmada de puño y letra del propio Chávez y el pueblo junto con gran parte del ejército invadió las calles para apoyarlo.

El villano de esta fallida destitución no fue el ejército ni los opositores de Chávez, fueron los medios electrónicos de comunicación.

La insurrección 'mediática' llevó a las televisoras a instigar a la violencia y debemos hablar de lo que eso significa para el futuro de todas las democracias -declaró el presidente venezolano una vez liberado--. Estamos ante una conspiración abierta y descarada... Algo nunca visto... Una ola de rumores y falsedades se daba a conocer al mundo... Trajeron engañada a mucha gente diciendo que yo estaba preso y que iban a tomar Miraflores [el palacio presidencial]. Y debo agradecer a los trabajadores y ciudadanos... que han resistido esta campaña casi increíble... (La Jornada, lunes 15 de abril de 2002).

Con todo el poder de la imagen y en medio de la confusa información, la CNN destinó más de tres horas continuas de transmisión, en las que intercaló el mensaje del mandatario venezolano con las protestas en las calles aledañas al Palacio Miraflores, al tiempo que sus corresponsales y conductores dieron por buenas las versiones de los militares golpistas. CNN sintetizó de esta forma la versión chavista de los sucesos: "La principal dificultad son los medios de comunicación que han sido irresponsables; los dueños de las televisoras han incitado al pueblo a la violencia" (La Jornada, lunes 15 de abril de 2002).

Este incidente ilustra cómo se crea el miedo y la inseguridad a través de la manipulación de la violencia. Ahora echemos un vistazo a la confección de lo opuesto: la fe y la esperanza en medio de la atrocidad.

El EZLN y el sub-comandante Marcos, en México, habrían sido arrasados por las tropas castrenses si no hubiera intervenido, a su favor, la prensa internacional. Ésta los salvó al convertirlos en mártires y héroes, en vez de temibles terroristas.

La remoción del gobernador del estado mexicano de Guerrero, Rubén Figueroa, también es obra "mediática". El periodista Ricardo Rocha y la difusión de la filmación de la masacre campesina en Aguas Blancas, desnudaron al, en otro tiempo, inamovible gobernante, quien a pesar del amañado fallo jurídico a su favor, tuvo que renunciar al cargo.

Estos son algunos ejemplos que demuestran cómo la violencia y los medios masivos de comunicación viven, a veces, en amasiato; otras, en legal matrimonio, pero ambos son inseparables.

Gracias a la revolución informática (la computadora y la Internet) se intenta gobernar el orbe. Sin ella, sería una faena sencillamente imposible, pues además crea el mecanismo que justifica la detentación del poder: la socorrida "opinión pública", vital para las democracias representativas postmodernas.